La mente humana es algo potente. Puede permitirnos procesar todas las cosas hermosas en nuestras vidas, pero también puede ser una fuente de sufrimiento; aunque me parece que una mente saludable solamente conoce sufrimiento leve, dolor leve y placer leve. Una mente saludable es capaz de desempeñar tareas diarias triviales y afrontar una rutina diaria e interacciones sociales con relativa facilidad. Este es un estado mental que es sumamente subestimado porque aquellos que lo poseen y digo esto porque solamente aquellos que han experimentado el verdadero infierno pueden conocer el verdadero paraíso. Para ser clara, digo “mente saludable” no para referirme a una mente libre de aflicciones, sino libre de trastornos mentales de cualquier tipo.
No puedo decir que tener ataques de pánico me ha traído algún tipo de alegría, al menos no durante una crisis. Sin embargo, tampoco no puedo negar que sin haber experimentado ataques de pánico frecuentes, probablemente no habría tenido la motivación de empezar a meditar consistentemente.
A excepción de aquellos que padecen de depresión y que se les dificulta encontrar energía, las personas que padecen de otras enfermedades mentales de hecho pueden encontrar mucha energía. Aunque en muchos casos esa energía sea destructiva, aun así es energía. ¿Pero cómo podemos funcionar en este mundo y en esta vida con ese tipo de energía y aprender a transformarla para que no nos dañe ni a nosotros ni a las personas a nuestro alrededor?
En mi experiencia, el primer paso fue observar mi mente y darme cuenta que está llena de hábitos, creencias e ilusiones. Empecé a comprender más claramente que mi mente podía moldear la realidad según esas creencias y, en mis peores momentos, hacerme sentir como si estuviera muriendo. Solía sentir que el mundo estaba disolviéndose y que nada era sólido; como si pudiera ver el aire entre las moléculas que componen todas las cosas y las personas. Era una visualización aterradora y el sentimiento era peor. Ahora gracias a que tengo una mejor comprensión de cómo mis pensamientos dictan mi realidad, cuando estoy en medio de un ataque de pánico en vez de emplear energía en desear que se terminara, simplemente me entrego a la experiencia. Desear y esperar solamente hace que dure más tiempo y concentrarme en cuán incómoda, traumatizante y aterradora es la experiencia solamente exacerba su intensidad.
Aprender a enfocar la mente también puede ser increíblemente útil para lidiar con ataques de pánico. Muchos de nosotros no sabemos si somos buenos o malos en concentrarnos, pero rápidamente aprendí que mi mente no era lo suficientemente disciplinada para concentrarse la mayoría del tiempo. Aunque estoy segura que este mismo escenario ha ocurrido muchas veces antes, la primera vez que noté el poder de concentrarme fue cuando estaba cenando en casa con mi novio. Estábamos sentados en la mesa, bebiendo vino, y aunque él ya había terminado la cena, yo todavía no había podido comer nada. De repente, recordé que este era el mismo síntoma que había tenido anteriormente, justo antes de tener un ataque de pánico. No fue un pensamiento consciente o claro, sino que fue casi como si mi subconsciente y mi cuerpo tuvieron un recuerdo de este síntoma. Fue en este momento que empecé a tomar nota del proceso por el que mi mente pasa antes de tener un ataque de pánico. Me di cuenta que notar los síntomas de un ataque de pánico inminente simplemente me hacían sentir indefensa y exacerbaba el estado de la crisis que sentía. Y sucedió en menos de dos segundos; tan pronto como me di cuenta que iba a tener un ataque de pánico, las emociones conectadas al sentimiento de no sentirme segura, tener una crisis y estar bajo ataque rápidamente se asomaron y parecía que no había vuelta atrás.
Entonces empecé a comprender que si me enfocaba en el momento presente en vez de analizar lo que podría suceder en los próximos segundos y minutos, podría apaciguar y en algunos casos totalmente prevenir el ataque de pánico inminente. Claro que hay tanto que ocurre en tu mente cuando esta situación surge, esto fue increíblemente difícil a hacer y tomó mucha práctica, pero eventualmente ayudó. Así que es muy importante estar claro en este punto: esta práctica sólo tiene el potencial de ayudar en los momentos de ansiedad si lo practicas antes cuando no estás en medio de una situación desafiante.
A pesar de aprender a perfeccionar mi concentración, me pregunté cómo podía salir a cenar con mi esposo y de hecho comer algo y no tener un ataque de pánico. Sabía que un lugar saturado de personas sería demasiado desafiante para mí, así que mi idea fue ir a un restaurante vacío, justo cuando abría sus puertas para que no hubiese nadie todavía. Y eso es lo que hice.
Durante esa época, una serie de protestas políticas estaban ocurriendo en Brasil. Yo, con una gran pasión por la política, me sentí decepcionada por el hecho que no iba poder unirme a este momento histórico de mi país a causa de mis ataques de pánico. No obstante, mientras permanecíamos sentados en ese restaurante, hablamos de nuestras opiniones y creencias políticas, hablamos de socialismo y pobreza, y de cómo la democracia era algo tan hermoso. Pasé toda la cena sin comer mucho, pero igual comí. Durante toda la cena, me di cuenta de la habilidad de mi mente para permanecer increíblemente enfocada y presente. Me di cuenta de cuán potente es mi mente, y como todos esos últimos meses de práctica y construir una base me habían llevado finalmente al punto de sentarme a cenar sin tener un ataque de pánico.
Aunque las personas estaban empezando a llegar, me mantuve enfocada en el olor de la comida, lo que pasaba a mi alrededor, y la conversación animada que mi esposo y yo estábamos teniendo. De esta experiencia empecé a comprender cuán sostenibles necesitan ser la atención y la concentración. Es la habilidad de apagar el mundo a tu alrededor y mantener tu atención en el momento presente, en un aroma, un sabor, un sentimiento, un sonido o una visión. No puedo decir que esta definición puede ser aplicada a una mente libre de trastornos mentales, pero para mí era el momento perfecto: sin extremos, sin dicha, sin sufrimiento, sin preguntas, simplemente experimentando las cosas tales como eran.
No hubo felicidad ni angustia en el restaurante. Pero después, cuando me di cuenta de todo lo que había pasado durante esa cena, surgió una ola de dicha y felicidad dentro de mi. Y en ese momento, sentí gratitud por el sufrimiento y la obscuridad de haber tenido que lidiar con ataques de pánico porque de otra forma no podría haber sentido la magnitud total de esta dicha. La luz puede existir solamente porque también hay obscuridad.
Realmente creo que al compartir nuestras experiencias de nuestros trastornos mentales respectivos, podremos ayudarnos los unos a los otros a encontrar maneras de no solamente hacerle frente a un trastorno mental, sino que también a prosperar en nuestras vidas. ¿Padeces de alguna enfermedad o trastorno mental? ¿Alguna vez has usado la meditación o la conciencia plena para ayudarte a afrontarla? ¿Cuál ha sido tu experiencia y qué sugerencias puedes compartir con nuestra comunidad?
Traductora: Ruth Obando