Muchas veces la ira aparece en nuestra vida acompañada de otras emociones, mientras que en ocasiones aparece como la emoción medular. Hay momentos en los que obstaculiza nuestra capacidad de crecer y avanzar, lo que a su vez nos causa problemas y nos pone en circunstancias no deseadas. Podemos sentir un enojo intenso como el de un niño o quizás experimentemos una ira al borde de la desesperación. Si bien nos llegamos a enojar por algunas injusticias, también nos enojamos cuando alguien ha cruzado nuestros límites personales.
Sin embargo, la ira, que es una de las emociones básicas, puede ser tan natural como estar feliz y tan intensa como estar triste. ¿Recuerdas la primera vez que experimentaste enojo? ¿Dónde estabas? ¿Qué estabas haciendo? ¿Cómo manejaste tu enojo? Mira dentro de ti.
¿Qué te hace enojar? Piensa en las veces que te has enojado recientemente. ¿Cuáles podrían ser tus detonadores? ¿Puedes agrupar estos factores desencadenantes en categorías diferentes? Por ejemplo, tal vez sea una injusticia, o que tus mensajes de texto se queden sin respuesta, o que sean malinterpretados, o que alguien rebase tus límites. ¿Te identificas con estas situaciones? Cuando ocurren estas cosas, ¿cuál podría ser la raíz principal de tu enojo?
¿En qué parte del cuerpo sientes la ira? Toma un momento para escanearte, observando cómo se siente tu cuerpo junto con las emociones que estás experimentando. ¿Qué parte de tu cuerpo está más activa cuando sientes un enojo intenso? Trata de examinarte a ti mismo y a tu cuerpo; observa cuándo tu cuerpo entra en un estado de ira y qué situaciones son las que la intensifican.
La ira es como la punta del iceberg. Por ejemplo, alguien que parece furioso, enojado y frenético por fuera, a veces puede sentirse solo, culpable o ansioso. La ira puede ser una emoción tan abrumadora e intensa que es posible que nos impida ver nuestras heridas más profundas. Entre mejor te conozcas a ti mismo, mejor será tu capacidad de calmarte y de transitar las emociones difíciles. Trata de sentir la emoción que hay detrás de tu enojo. Mira dentro de ti con la certeza de que puedes lidiar con cualquier emoción que surja. ¿Logras identificar si la ira es el sentimiento principal o si solo es un sentimiento que acompaña a otra emoción?
Nota lo que pasa por tu mente. Tal vez pienses cosas como: “No le caigo bien”, o “¡Se está burlando de mí!”, o “¡Están violando mis derechos!”, o “¡Lo están haciendo a propósito para hacerme enojar!” “, o “¿Porqué siempre tengo que recordarles lo mismo?”, o “Si me mintió, entonces todo lo que dice y hace es una vil mentira, ¿cómo puede ser capaz de hacerme esto?”
Miremos de cerca el contenido de tus pensamientos. ¿Existe la posibilidad de que estés asumiendo lo que piensan los demás, o interpretando su comportamiento a tu manera? ¿Es posible que te estés concentrando demasiado en tener tú la razón, o en lo que otros puedan pensar de ti? ¿Realmente te importa tanto que los demás estén de acuerdo contigo?
Si pensamos en la ira como un color amarillo, imagínate que se va convirtiendo en amarillo oscuro a medida que aumenta su intensidad, se vuelve color naranja cuando esta crece aún más y luego pasa a ser un rojo fuego cuando alcanza el punto máximo de intensidad. ¿Puedes identificar en qué momento tu ira comienza a tornarse amarilla oscura, hasta llegar a ese rojo fuego? ¿Qué te dices a ti mismo en esos momentos? ¿Cómo podrías lograr hablarte de una manera diferente, abriendo tus pensamientos hacia otras posibilidades?
Imagina que hay una frágil burbuja azul a tu alrededor. Imagina a todos los que te rodean con su propia burbuja azul. Cuando la burbuja de alguien toca la del otro, la hace explotar, y es en ese momento cuando se ha traspasado el límite. No solo eres responsable de proteger tu propia burbuja, sino también de asegurarte de no reventar las burbujas de los demás. Cuando estás enojado, ¿notas cómo afectas las burbujas de otras personas?
¿Con qué frecuencia te encuentras en lo profundo de las llamas de la ira? ¿Varias veces a la semana? ¿Varias veces al día? ¿O es la ira una emoción que rara vez experimentas? Una vez que reconozcas tus factores detonantes y comprendas tu enojo, podrás controlar y moderar esas llamas.
La ira es, de hecho, una emoción muy sana y natural. Es bastante normal sentirse enojado, notarlo dentro del cuerpo y no estar siempre seguro de qué hacer en el momento. Entonces, ¿hacia dónde podrías dirigir tu ira?
Reconoce tus límites y haz todo lo posible por respetar los límites de los demás. Para proteger tus propios límites, puedes intentar abrazar tu enojo de una manera saludable, asegurándote de no cruzar los límites de los demás y no reventar sus burbujas.
A veces, expresar tu enojo y proceder a enfriar las llamas ardientes es lo correcto. Tú sabes qué es mejor para ti; solo mira dentro de ti. ¿Qué preferirías hacer con tu ira? Al asumir la responsabilidad de tu enojo, puedes tomar tu propia decisión y manejarlo sin herir a los demás. Verás que a medida que te conectas contigo tu ira puede disminuir.
La ira es algo que sube y baja como las olas azules y profundas de un mar helado. Puedes nadar o surfear, dependiendo de lo que hayas aprendido hasta ahora. Cuando las olas son demasiado altas y anticipas la posibilidad de sentirte abrumado, todavía hay algunas cosas que puedes hacer:
No tengas miedo de enfadarte. La ira contiene información importante, además de ser una emoción que puede cambiar tu rumbo o dirección. Sólo sé consciente de lo que harás con ese enojo. Ahora que tienes esta nueva consciencia sobre la ira ¿de qué manera darás el siguiente paso en tu vida?
Traductora: Patricia Jiménez