No es tu culpa

Estar en una relación física o emocionalmente abusiva no es tu culpa. Esta es la razón.
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Yo estaba en una relación emocionalmente abusiva. Me tomó dos años terminarla. Cuando lo hice, era un fragmento de lo que solía ser. Había cortado todo contacto con mi familia y mis amigos. Estaba convencida que era la persona más inútil y fea en el planeta. Pensé que era tan inútil que ni siquiera podía servir pasta correctamente.

¿Por qué no la terminé?

Una de las preguntas más comunes que se me hace cuando comparto mi experiencia con los demás es ¿por qué simplemente no terminé la relación? Bueno, como podrías imaginártelo, no es así de simple, en mayor parte porque como la víctima, es muy probable que no te des cuenta que estás en una relación abusiva hasta que ha ido demasiado lejos. Estar en una relación emocionalmente abusiva no es algo donde simplemente hay una avalancha de insultos de una sola vez. Si fuera así, yo y otras víctimas como yo sentiríamos que la relación no puede ni siquiera continuar. En una relación emocionalmente abusiva, todo empieza bien, y después con el tiempo, poco a poco, los insultos sutiles, los comentarios manipuladores, y los comentarios pasivos agresivos empiezan a aumentar más y más. Esencialmente tu “pareja” te carcome– tu autoestima, tu sentido de ser– poco a poco, sin que te des cuenta. Usarán críticas e insultos disfrazados de cumplidos; tendrán mucho cuidado con las palabras que utilizan para criticarte.

La palabra que mi pareja usaba para mí era “despistada”. Suena como una palabra con humor y nada amenazante, pero cuando es usada repetidamente empieza a carcomerte. “Que despistada eres, quemaste la pasta.” “Eres tan despistada que ni si quiera sabes a dónde estás yendo.” Y continúa así por días y meses sin fin, hasta que te convences de que eso es lo que eres. Despistada. Descuidada. Tontita. Incapaz de hacer hasta las cosas más simples.

¿Por qué no me defendí?

Otra cosa que me preguntan es porque no me opuse. Bueno, a veces lo hice, pero es difícil de defenderte cuando tus objeciones son tildadas de ser “reacciones exageradas”, “demasiado sensible” y hasta “te estoy diciendo esto porque te amo.” Es este tipo de respuestas que te hacen pensar que tal vez estás exagerando en tu reacción, él solamente está tratando de ayudar. Y así, empiezas a culparte a ti misma. Es tu culpa, nunca la de él.

Creer realmente que no es tu culpa.

Pero la situación es así: No es tu culpa. Nunca lo fue. Desearía que alguien me hubiera dicho esto en aquella época. Pero para ser justa, no podrían haberlo hecho. Estaba tan programada para pensar de que todo lo que salía mal era mi culpa que no pude haber escuchado lo que se me habría dicho. ¿Quién me hubiera dicho todo esto al cortar todo contacto con mi familia y mis amigos?

Eso es otra cosa sobre las relaciones emocionalmente abusivas: giran en torno al control. Tu pareja tiene que controlar cada aspecto de tu vida, dónde vas, lo que haces, lo que comes, quién eres… En mi caso, no miraba a nadie. Él me convenció que una amiga solamente estaba pasando tiempo conmigo porque no tenía dinero. A otra, supuestamente, no le importaba lo suficiente para pasar tiempo conmigo. Mi pareja era la única persona a quien yo le importaba. Él era la única persona con quien podía contar, o por lo menos fue lo que me hizo creer.

Cuando estás cortado del resto del mundo de esta forma y has sido programada para pensar que cada cosa pequeña es tu culpa, inevitablemente te aferras más a tu abusador. Entre más te maltrata, más anhelas su calidez y afecto, lo cual te da, porque después de todo, tiene que equilibrar el maltrato con algo. Tiene que darte una carnada para que sigues mordiendo y pienses que él realmente te ama, que las cosas se mejorarán de aquí en adelante. Créeme, no será así.

Tres formas para salirse de una relación abusiva

La pregunta es—- ¿Cómo puede uno terminar con una relación abusiva? ¿Cómo puede uno recuperar su sentido de ser? Existe un cierto punto donde la psiquis humana ya no puede resistir el abuso, aún si no te das cuenta que es abuso. En mi caso, este momento crucial llegó con un estado constante de ansiedad y ataques de pánico. Las cosas se pusieron tan mal que no podía dormir en la noche. Las cosas se pusieron tan mal que tuve que admitir que algo no andaba bien y que necesitaba ayuda.

La ayuda vino de tres formas; la primera fue mis padres y mi hermana quienes a pesar de todos mis esfuerzos para cortarlos de mi vida se negaron a darse por vencidos. Al inicio, sólo se sentaron conmigo y me escucharon. No tomaron cada oportunidad para señalar los errores de mi pareja. Me permitieron desahogarme. También me recomendaron que mirara a un terapeuta. Esa fue mi segunda fuente de ayuda. Hablar con un profesional sobre mi vida y lo que estaba viviendo con mi pareja me ayudó a mirar lo que estaba pasando con más claridad y objetividad. Esta razón y claridad ofrecidas por mi terapeuta me ayudaron a ver que no podía ser tan incompetente como se me había obligado a creer. Entre más hablaba con mi familia y mi terapeuta, esa creencia inculcada de que todo era mi culpa se empezaba disolver más y más. Pero todavía no estaba lista para terminar la relación.

La tercera fuente que me ayudó fue la meditación. Nunca había practicado la meditación ni creía en ella. Pero mi ansiedad llegó a un nivel tan crítico y mi mente estaba tan confundida que estaba dispuesta a tratar cualquier cosa.

Al inicio, fue difícil para mí sentarme con mi ansiedad y concentrarme en mi respiración, pero fue más difícil aprender a poner al lado todos los pensamientos auto peyorativos los cuales había sido entrenada a pensar. Gracias a mi persistencia y el sistema de apoyo que encontré en mi familia y mi terapeuta, empecé a darme cuenta que estos solamente eran pensamientos y no hechos que me definían. Ni siquiera eran mis pensamientos.

Entre más pasaba el tiempo, más me daba cuenta hasta que nivel había dejado que alguien más definiera quién era yo. Fue aterrador de darme cuenta cuanto de mí había dejado ir, voluntariamente. Fue a este punto que estaba finalmente lista para escuchar y aceptar las palabras “no es tu culpa”, y decirlas en voz alta y creerlas.

Tuve suerte de salirme de una relación abusiva, pero reconozco que no todo el mundo que está actualmente en medio de esta dinámica tóxica tiene las herramientas y la auto creencia para escaparse. Espero que al compartir mi historia, aquellos que están en relaciones abusivas puedan sostenerse a las fuentes a su alrededor para encontrar apoyo, esto incluye los seres queridos, ayuda profesional y la meditación. Es igual de importante decir que mi esperanza es que como sociedad también aceptemos que cualquier persona puede terminar en una relación abusiva. Generalmente se piensa que sólo individuos débiles o sumisos entran en este tipo de relaciones, pero desde que termine esta relación he conocido muchas víctimas que eran fuertes, resistentes, seguras de sí mismas e independientes, y aún así, fueron víctimas de manipulación. Es importante que en vez de sentir simpatía, lástima o vergüenza por las víctimas, que las tratáramos con compasión y sin juzgar. Es importante comprender que cuando un ser querido está en una relación así, deberíamos de estar presentes para ellos sin juzgar. Es importante apoyarlos y esperar el momento cuando estén listos para finalmente escuchar: “no es tu culpa”.

Traductor: Ruth Obando

2 Comments

  • María del Carmen Rodriguez Bruno

    Estuve en una relación así, emocional y físicamente abusiva. Gracias a Dios ya la ayuda y apoyo de mis padres pude salir de ella. También fui a una terapia, pero no el suficiente tiempo. Ojalá hubiera conocido ésta técnica de meditación. Creo que me hubiera ayudado mucho. Gracias a la persona que compartió su experiencia y a ustedes, que la publicaron.

    • Maria, gracias por tener el coraje de compartir eso con nosotros. Gracias a personas valientes como usted y el escritor de este articulo,más víctimas pueden encontrar la fuerza para abandonar relaciones abusivas. Con mucha admiración, tu familia Meditopia.

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