Traductora: Ruth Obando
Helen Keller una vez dijo, “Preferiría caminar en la oscuridad con un amigo que caminar sola en la luz.” Esta frase refleja un sentimiento que muchos de nosotros sentimos. Como seres humanos somos criaturas sociales. Anhelamos conexiones profundas y significativas aunque a veces sintamos que no podemos formar vínculos lo suficientemente profundos para ser llamados amistades verdaderas. Terminamos teniendo conversaciones superficiales que realmente no tocan la superficie, o tal vez no sentimos que somos una parte integral de la vida de nuestros amigos – ni que ellos sean una parte importante de la nuestra. A veces sentimos que no podemos conectarnos con las personas a nuestro alrededor. Entonces, ¿cómo podemos superar esto? ¿Cómo podemos formar y cultivar amistades que nos durarán para el resto de la vida?
Los científicos se sienten desconcertados ante la necesidad de los seres humanos de tener amigos. Lo único que saben con certeza es que los necesitamos. A través de los años, un sinnúmero de estudios han encontrado que tener amistades genuinas es muy beneficioso para nuestro bienestar mental. Un estudio reciente de Harvard reveló que formar amistades cercanas fomenta la salud cerebral al envejecer. En el pasado, ha sido comprobado que la amistad extiende la expectativa de vida de una persona y hasta disminuye diferentes riesgos de salud como enfermedades del corazón.
La razón por la cual tener amigos es tan saludable para nosotros es que funcionan como pilares en nuestras vidas. Los amigos nos apoyan cuando más lo necesitamos. Un divorcio, una pérdida, un examen fracasado, una degradación… No importa por lo que estemos pasando, nuestros amigos estarán a nuestro lado todo el camino. No sabemos porque desarrollamos estos patrones de comportamiento con nuestros amigos, sólo sabemos que lo hacemos y que es bueno para nosotros.
C.S Lewis una vez describió el momento en que hacemos un nuevo amigo, diciendo que, “La amistad nace en el momento que una persona le dice a otra: ¿Qué? ¿Tu también? Pensé que era el único.” No pudo haber tenido más razón. Todas las relaciones necesitan un punto de partida, un terreno común por así decirlo; tener un terreno común es un punto de inicio maravilloso para formar vínculos. Pero si no construimos en este terreno, si no usamos el terreno común que se nos ha dado, entonces nunca podremos convertir un conocido en una amistad real. Entonces, ¿qué necesitamos hacer para convertir este momento fundamental en una amistad real? ¿Qué podemos hacer para que un desconocido con quién tenemos algo en común se convierta en un amigo de verdad? Y tal vez lo más importante, ¿cómo nos convertimos nosotros en amigos de verdad?
Las relaciones son complejas. No existe una guía para navegarlas porque cada individuo y cada relación es diferente. Habiendo dicho esto, hay diferentes factores que determinan cómo una amistad se forma. Al meditar sobre estos factores, podemos entender mejor las amistades, nuestros amigos y a nosotros mismos; solamente así podemos empezar a explorar y finalmente resolver nuestra percepción sobre las conexiones humanas.
Encontrar un terreno común con aquellos con quienes sentimos una conexión no es solamente un buen punto de partida para una amistad, también es un paso que nos permite simultáneamente aprender más sobre la persona y a la misma vez revelar más sobre nosotros mismos. La mayoría de las veces buscamos semejanzas entre nosotros y la otra persona para empezar a construir un terreno común; esto puede ser cualquier cosa: actitud hacia la vida, valores, intereses, edad, género, estatus socioeconómico, pasatiempos, experiencias… Descubrir este tipo de semejanzas nos ayuda a entender mejor a las personas enfrente de nosotros. Sentimos que conocemos una parte de ellos y tenemos la necesidad de conocer más. Las semejanzas que descubrimos y en las cuales nos expandimos nos ayudan a abrirnos a las diferencias entre nuestros amigos y nosotros. Esto nos das más razones para explorar y así entender a nuestros amigos más y más con el paso del tiempo. Entre más abiertos estemos a esto, más profundo será el entendimiento, y entre más profundo sea nuestro entendimiento, más nos convertiremos en mejores amigos.
La base de cualquier relación saludable es la confianza, pero la confianza no sucede de la noche a la mañana. Como ya sabes muy bien, la confianza toma tiempo para desarrollarse. Una de las mejores formas para desarrollar la confianza es no solamente al consistentemente mostrarle a la persona como te comportas, tomar decisiones y como tratas a los demás, sino también siendo vulnerable. Si queremos relaciones de confianza, tenemos que tener la voluntad de abrirnos a la persona enfrente de nosotros. Tenemos que tener la voluntad de compartir cosas personales que tal vez la persona no sabría de nosotros, y al hacer esto, arriesgarnos a salir heridos; estamos hablando de nuestros sentimientos, nuestras preocupaciones, nuestros pensamientos más íntimos y recuerdos privados como separaciones románticas o errores del pasado. Entre más abiertos seamos, más nos permitimos ser vulnerables, y al hacer esto le damos a nuestro amigo un mensaje claro: “Te doy confianza al revelar esta información sobre mí. Confío en que no me herirás.” Esto no significa que debemos ser vulnerables con cualquier persona; escoge sabiamente a quien escucha tus historias, pero ten en cuenta que al no confiar en nadie para compartir información personal, tal vez te estarás distanciando de lo que podría ser una amistad genuina. Sí, corres el riesgo de salir herido si alguien te traiciona, pero la alternativa es que nunca sentirás que puedes depender o contar con nadie, un sentimiento perjudicial para tu salud física y mental.
Nuestra voluntad para tener confianza y ser vulnerables motiva a nuestros amigos a hacer lo mismo también. De esta forma comenzamos a ser parte de la vida de nuestros amigos y ganar su confianza. Si tenemos problemas conectándonos con los demás y formando relaciones no superficiales, la confianza y la vulnerabilidad son factores excelentes en los cuales se debe meditar. ¿Qué tanto nos abrimos realmente a nuestros amigos? ¿Qué tanto estamos dispuestos a compartir de nosotros y nuestras vidas? ¿Cuánto compartimos en la vida de nuestros amigos? Si la respuesta a estas preguntas es “no lo suficiente”, entonces tal vez es hora de poco a poco empujarnos a compartir más.
La reciprocidad es esencial en todas las relaciones saludables. Este es el acto de compartir partes de ti y de tu vida con tu amigo y que tu amigo haga lo mismo. Es invertir tiempo en tu amigo, ya sea encontrarse para beber una taza de café, o asistir a un evento que sabes es importante para tu amigo. Es estar a su lado en sufrimiento o felicidad; y que también tu amigo invierta tiempo y energía en ti de una forma similar. En resumen, es el dar y recibir de una relación saludable. A veces en una relación estamos en la posición de dar y a veces estamos en la posición de recibir.
Pero toma un momento y reflexiona: ¿Existe una dinámica con tu amigo en la cual eres el que siempre está dando? Si eres el único que está invirtiendo tiempo y energía, escuchando los problemas, las preocupaciones y las celebraciones de tu amigo, entonces, ¿hay equilibrio en esta amistad? Si eres el que siempre está recibiendo en una relación, entonces, ¿estás siendo un buen amigo? Cualquiera de estas posibilidades desequilibra nuestras relaciones; nos hacen sentir, o a nuestros amigos, aislados y solitarios. ¿Queremos realmente sentirnos de esta forma o hacer que nuestro amigo se sienta así? De no ser así, entonces ¿qué podemos hacer para cambiarlo?
El hecho es que no podemos escoger a nuestras familias, pero sí podemos escoger a nuestros amigos. A veces nos acercamos más a nuestros amigos de una forma que nunca lo haremos con nuestras familias. Aunque formar este tipo de amistades no es sólo una cuestión de pasar tiempo con ellos. Se trata de apoyarlos cuando estén pasando por tiempos difíciles o inclusive sentarnos en silencio a su lado y dejarles saber que no están solos. Se trata de celebrar sus logros y compartir su felicidad; se trata de tener a nuestros amigos a nuestro lado de la misma forma. Si se nos hace difícil conectarnos con los demás o con nuestros amigos, entonces tal vez es hora de reflexionar sobre la naturaleza de nuestras relaciones. Siéntate por un momento y medita sobre ello. ¿Qué tan equilibrada es tu amistad? ¿Cuándo fue la última vez que estuviste verdaderamente presente para un amigo o que un amigo estuviera ahí para ti? ¿Tal vez das tu amistad por sentado? Las meditaciones sobre la gratitud pueden ser una práctica excelente para averiguarlo. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste una pausa y pensaste sobre cuán afortunado eres de tener un amigo? ¿Cuándo fue la última vez que le dejaste saber a tu amigo cómo te sientes?
Las meditaciones sobre la compasión también pueden ayudarte a averiguar más sobre la relación con tus amigos. ¿Cuán compasivo eres con los demás? ¿Cómo reaccionas cuando un amigo viene a ti con un problema? ¿Lo pones debajo de la alfombra y tratas de ignorarlo? ¿Hablas con tu amigo y tratas de llegar al fondo del problema? ¿Escuchas y tratas de estar presente para tu amigo? ¿Comprendes lo que tu amigo necesita en el momento y sabes responder de acuerdo a la situación? De no ser así, meditar sobre cómo puedes ser más compasivo y comprensivo con los demás puede ser una forma excelente de aprender a ser un amigo mejor.
Cualquiera que sea nuestro complejo en cuanto a la amistad, siempre podemos hacer un mejor esfuerzo; simplemente necesitamos ser más abiertos y tener la voluntad de esforzarnos un poco más. Necesitamos aprender y ver cómo somos en las relaciones sin juzgarnos a nosotros mismos ni a nuestros amigos. Y lo más importante, necesitamos comunicarnos abiertamente con nuestros amigos sobre cómo nos sentimos porque solamente así podemos trabajar juntos para mejorar nuestra relación.
Por último, nos gustaría escuchar sobre ti y tus relaciones con tus amigos. ¿Qué significa para ti ser un buen amigo y como te gustaría ser un mejor amigo?
Leer esto sobre los amigos me ayudo muchísimo, siento que mi relación hacia ellos es buena pero a veces no pienso que espero más de ellos o a veces no recibo lo mismo! O a veces la que tiene que poner más de parte soy yo, porque lo raro es que a veces no puedo abrirme hacia algunas personas porque ya no sé cómo hacer para que ellos entren en confianza ! Para mi un verdadero amigo es que esté ahí contigo apoyándote aconsejándote compartir sus logros , porque el que quiere está y le nace ! Y yo quisiera ser a veces más comprensiva , buscar las palabras correctas estar ahí al instante y abrirme más
Gracias Emily por compartir sus pensamientos y experiencias con nosotros. Sí, las amistades a veces pueden sentirse desequilibradas, especialmente cuando sentimos que nuestros esfuerzos no son correspondidos. A veces, abrirse a otras personas puede ser difícil porque requiere que seamos vulnerables y la vulnerabilidad requiere mucho coraje. Cuando somos vulnerables nos dejamos “ver” sin ningún filtro. Esto puede dar miedo porque cuando realmente somos “vistos” corremos el riesgo de ser rechazados o despedidos. Aunque una amistad basada en la autenticidad, la confianza y el respeto mutuo solo se puede lograr cuando ambas partes eligen ser vulnerables entre sí. Me gustaría recibir sus comentarios y pensamientos sobre esto.
Muy buen blog, exelente