Durante el día experimentamos diferentes emociones: tristeza, enojo, felicidad, anhelo, celos, resentimiento, sufrimiento, alegría y mucho más. Estas emociones nos convierten en quienes somos, y es perfectamente normal sentirlas. No obstante, si experimentamos algunas de ellas más frecuentemente que otras, tenemos que echarles un vistazo más de cerca porque podríamos ser adictos a las emociones que tenemos regularmente como por ejemplo, experimentar enojo con frecuencia y sentirse enojado todo el tiempo cuando las cosas no salen de la forma que queremos. Esta situación puede ser normalizada como una característica personal o el resultado de las condiciones actuales, pero también puede indicar una adicción al enojo…
Cada emoción que clasificamos como positiva o negativa es una combinación de químicos, concretamente neurotransmisores y hormonas, que nuestro cerebro produce en respuesta a los pensamientos. Los neurotransmisores pueden ser definidos como sustancias eléctricas que proveen transmisión química de conducción entre los nervios. Por otro lado, las hormonas son químicos que regulan el funcionamiento de los órganos y proveen comunicación entre ellos. Tenemos emociones en el cerebro como resultado del trabajo de los neurotransmisores y las hormonas. Para aceptar estos químicos, existen receptores en el cuerpo. Hay diferentes receptores para diferentes emociones. El químico liberado en el cuerpo coincide con su respectivo receptor y luego tenemos la emoción relevante. Aunque suene un poco complicado, el proceso es bastante simple: una emoción surge con los químicos liberados en el cuerpo y los receptores de esos químicos, y luego percibimos la reacción química al nivel celular como una emoción.
El número de receptores determina la ruta a la adicción. Hablemos sobre una adicción bien conocida: fumar. La dopamina es el neurotransmisor adictivo más popular del que todos escuchamos todo el tiempo. La adicción al consumo de nicotina se trata de una descarga de dopamina en el cerebro. Aunque es posible activar la dopamina naturalmente, obtenemos una dosis más alta de estímulo con la nicotina. El cerebro produce más receptores para coincidir con las dosis más altas de dopamina pero el número aumentado de receptores no coincide con la secreción de dopamina liberada naturalmente; entonces, el cerebro necesita una descarga más intensa de dopamina. Por esta razón, la persona gravita hacia la dopamina más prácticamente accesible que previamente introdujo a su cerebro, en este caso la nicotina… Así que la persona fuma otro cigarrillo para satisfacer las necesidades del cerebro. La adicción a la nicotina ocurre al final de este proceso.
Cuando el cerebro es expuesto a los mismos factores por un periodo largo de tiempo, con o sin nuestra voluntad, empieza a aferrarse a esa cosa. Se habitúa a la existencia de lo que sea que se repite, y cuando dejamos de hacerlo, el cerebro siente que hace falta. Por eso es que es difícil dejar de fumar… La dependencia psicológica también podría ser parte de la ecuación; podríamos haber desarrollado el hábito de hacer la misma cosa y sus resultados psicológicos. Podría ser bastante difícil de parar, aun si fuera lo más lógico a hacer. Si los hábitos se repiten, pueden convertirse en algo incontrolable aunque sean nocivos. Mecanismos similares a cualquier sustancia o adicción al cigarrillo podrían estar involucrados si no sentimos la flexibilidad de ir más allá de esto.
Experimentamos un proceso similar cuando desarrollamos una actitud de dependencia a una emoción. Es posible que hayamos adquirido una forma estricta de reaccionar y alimentarnos de nuestras emociones sin darnos cuenta. Aunque no podemos hablar por escrito sobre la dependencia a las emociones como si fuese un diagnóstico oficial, hay una situación similar a la adicción. Las emociones no son como el alcohol o los cigarrillos, pero la presencia de las emociones es esencial para nosotros. Tal vez no seamos dependientes de lo que sentimos de la misma forma que lo somos con los cigarrillos, pero es posible que regresemos a los mismos sentimientos con la misma actitud.
Imagina a alguien que siempre está triste, que siempre es víctima o sufre. Tal vez lo miró en alguien de la familia, o en algún punto de su vida todo se vino abajo. Era bastante práctico y en orden de sentirse y comportarse de esta manera. Y esa persona con frecuencia se sentía como víctima en algún punto de su vida así como lo aprendió de su familia o como fue provocado debido a sus experiencias. Cada vez que este sentimiento aparecía, las hormonas y los neurotransmisores estaban encargados de comunicar químicos a los receptores involucrados. El cerebro empezó a recibirlos regularmente, el número de receptores gradualmente aumentó, y ahora el sentimiento se convirtió parte de su ser. A este punto, un proceso similar a la adicción comienza:
La persona desempeña el papel de víctima minuciosamente, el cerebro se sensibiliza a los factores y los estímulos de los procesos a los que está acostumbrado, y puede interpretar cada situación desde el punto de vista de la víctima y cambiarse a las emociones e impulsos de la conducta rápidamente. Al final, ser una persona que sufre parece ser una característica constante de esa persona y tal vez empiece a afectar toda su vida.
El enojo, la tristeza, el dolor, el miedo, la ansiedad, la baja autoestima o la victimización son algunas de las emociones negativas más vistas. Aquellos que están obsesionados con la dependencia a una emoción tienden a tener más emociones negativas, e incitar estas emociones negativas con frecuencia en la vida diaria podría ser una de las razones más fuertes. Cuando actuamos según nuestros impulsos y sin conocimiento, con frecuencia entramos en la dinámica de una de las emociones negativas y terminamos estancados inconscientemente.
Sustancias como los cigarrillos, las drogas y el alcohol son adicciones relativamente fáciles de notar por la persona misma, al poner atención al ambiente más cercano o a través de un terapeuta. Sin embargo, no es fácil reconocer la actitud de dependencia a una emoción porque puede ser considerada una característica de la personalidad. Además, como generalmente escuchamos los eventos directamente de la persona que sufre la dependencia, tal vez pensamos que es víctima de sus circunstancias.
En estos casos el apoyo de un terapeuta es importante así como cualquier otro problema psicológico. El primer lugar donde los científicos ponen la atención en cuanto a tratamiento es la concientización. La meditación es una valiosa guía para darnos cuenta de esta dependencia completamente interna y no física. Con meditaciones sobre atención consciente podemos conocer nuestras mentes más de cerca y mirar los pensamientos y las emociones que tendemos a tener. Y si existe una obsesión emocional, tal vez podamos descubrirla.
Ahora date vuelta y mírate a ti. ¿Tienes alguna emoción que experimentas frecuentemente y con la que te sientes estancado? De ser así, la meditación puede ayudarte a ver, aceptar y en última instancia, transformarla. Recuerda, si creer es la mitad del éxito, tomar conciencia es la mitad de la transformación.
Traductora: Ruth Obando
Muy interesante el tema y. Constructivo