Podemos pensar en una relación como una entidad en sí misma, nacida de la existencia de quienes conforman dicha relación. Al fusionarse con la información de fondo y el contexto circunstancial, la relación adquiere su propio carácter y, hasta cierto punto, adquiere también un poder determinante basado en la información que percibe y con la que interactúa.
Una relación de pareja existe dentro de su propio espacio individual. Ese espacio, a su vez, está en comunicación con diversos recursos existentes en nuestra vida. Este espacio posee rastros de lo que ponemos en ella más a menudo y esta información repercute en la salud de la relación, del mismo modo que impacta a cada participante dentro de ella.
Cada uno de nosotros entra en una relación afectiva con su propia narrativa, sus creencias sobre la vida, sobre uno mismo, miedos, preocupaciones, anhelos y placeres. Una relación se nutre en gran medida de las cosas que pertenecen a estas historias individuales. Pero estas narrativas a veces pueden parecer restrictivas. La percepción de nosotros mismos nos permite ser más conscientes de lo que aportamos al espacio de la relación. Esta conciencia nos ayuda no sólo a distinguir lo que nos detiene en nuestra propia historia, sino también a definir cómo podemos reforzar esos aspectos que nos nutren.
Examinar nuestras creencias, tal y como existen en el área de nuestras relaciones, es un buen punto de partida. Todos tenemos ciertas creencias fundamentales sobre la vida y nuestro papel en ella. A veces, podemos sentirnos abrumados con pensamientos como: “Necesito hacerlo perfecto” o, “Necesito superar todo por mi cuenta”, o tal vez nos invaden pensamientos como: “Puedo resolver esto” o “No estoy solo”. Estos sentimientos pueden ser ejemplos de cómo abordamos un conflicto, o de cómo nos preparamos para enfrentar algún reto; pero también estas emociones pueden revelar pistas del contexto aún más profundo que les dio origen y esta información puede ayudarnos a saber cómo comportarnos en una relación.
Para profundizar acerca de nuestras relaciones y cómo debemos comportarnos dentro de ellas, podemos comenzar a hacernos este tipo de preguntas: ¿Cómo me siento con respecto a mi pareja? ¿Cómo me hacen sentir las relaciones en general? ¿Cambia la opinión que tengo de mi pareja cuando me siento a gusto y cuando me siento tenso o estresado? Si es así, ¿por qué sucede eso? ¿Utilizo palabras decisivas como “siempre” y “nunca” cuando trato de explicar mi experiencia dentro de la relación? Si es así, ¿de qué suelo hablar cuando empleo ese tipo de lenguaje? Hacernos estas preguntas puede darnos una idea de cómo nos sentimos actualmente en nuestra relación de pareja.
Nuestra relación de pareja es una de las esferas en las que podemos sentir emociones intensas. Muchas de nuestras experiencias positivas o negativas con nuestra pareja resuenan en las profundidades de nuestro mundo interior. A veces, nuestras emociones se deterioran y se convierten en el sentimiento dominante asociado con la relación a lo largo del tiempo, bloqueando el flujo de conexión y alegría. Por tanto, es fundamental que tratemos de entender qué emociones ocupan cada vez más espacio dentro del área de nuestra relación.
Desarrollar una conciencia en torno a las necesidades emocionales personales nos puede ayudar a trabajar hacia una solución cuando surgen situaciones y sentimientos desafiantes. Podemos comenzar hablando con nuestra pareja acerca de los tipos de comportamiento que podrían detonar nuestra ira, ansiedad, miedo, inseguridad, o el sentirnos mal interpretados cuando comunicamos más abiertamente lo que necesitamos.
Se trata de tener la habilidad de identificar las emociones y las vivencias que nutren nuestra relación de pareja. Para esto, podríamos preguntarnos: ¿En qué circunstancias me siento más a gusto, seguro, comprendido y feliz? ¿Qué tipo de actividades propician que esos sentimientos se arraiguen y crezcan? ¿Me siento cómodo pidiéndole apoyo a mi pareja? Interesarse en la opinión de la otra persona y reflexionar sobre las respuestas a estas preguntas les permitirá a ambos tener un enfoque integral de esta experiencia.
Nuestros recursos internos y externos son mecanismos de apoyo que nutren nuestro bienestar. Al igual que nosotros, nuestra relación de pareja posee recursos que la alimentan también. Las actividades que disfrutamos con nuestra pareja, las cosas que compartimos, el apoyo mutuo y la intimidad son recursos que alimentan la salud de la relación de pareja a través de diferentes canales. Nos ayudan a sentirnos seguros, a mantener el sentimiento de felicidad y alegría, y algunos nos ayudan a satisfacer nuestra necesidad de intimidad.
En la comunicación mutua se basa la capacidad de activar los recursos que alimentan nuestra relación afectiva. Dedicarle tiempo al otro, expresarnos sin reservas, estar dispuestos a escucharnos mutuamente cuando el estrés aparece y poner plena atención a nuestro cuerpo y a nuestras emociones, son sólo algunas de las formas en las que podemos conectarnos y comenzar a usar nuestros recursos disponibles. Construir la comunicación de pareja sobre mecanismos de acciones saludables protege a la relación de caer en el círculo vicioso de la falta de comunicación.
Hemos hablado de analizar las necesidades de cada una de las partes en una relación de pareja para determinar la manera de recibir apoyo mutuo. Este tipo de monitoreo se puede aplicar también a la relación en sí, especialmente con el paso del tiempo. Las preguntas a responder periódicamente podrían ser de este tipo: ¿Qué ha cambiado desde el comienzo de nuestra relación? ¿Qué cosas nos han hecho sentir mejor o más fuertes juntos? ¿Qué estamos haciendo con menos frecuencia y qué estamos haciendo más frecuentemente y cómo ese cambio de comportamiento ha afectado nuestra relación?
A veces, algunos eventos de la vida como mudarse de casa, cambiar de trabajo, dar a luz o perder a un ser querido pueden cambiar significativamente la dinámica de nuestra relación de pareja. Si ese es tu caso, ¿cómo sientes el impacto que han tenido esos eventos importantes en tu relación? ¿En qué área de tu relación se han instalado? ¿Crees que influyen en la manera en que le respondes a tu pareja? Hacer un balance de la salud de la relación a lo largo del tiempo, particularmente después de una transición importante en la vida que llevan juntos, puede ayudar a la relación a comunicarse más claramente acerca de lo que requieren como pareja y acercarlos más.
Identificar la estructura o el espacio de nuestra relación y lo que contiene dentro, nos ayuda a encontrar soluciones saludables cuando las cosas se ponen difíciles. Visualicemos nuestra relación de pareja como un espacio tridimensional, tratando de imaginar lo que hay dentro. ¿Cuáles de tus creencias están ahí? ¿Cuánto espacio ocupan? ¿Cómo están conectadas tus creencias con tus emociones? Tal vez tu amor y tu deseo se vean eclipsados por la decepción y eso dificulte la intimidad. Tal vez no te sientas comprendido y comiences a excluir a tu pareja. ¿Cuánto tiempo llevas sintiéndote así? ¿Qué tipo de cambios te gustaría lograr? ¿Cuáles serían las condiciones bajo las cuales crees que tendrías mayor acceso a aquellas cosas que nutren tu relación de manera saludable?
Las preguntas son ilimitadas. Hay bastante información que este espacio tridimensional puede ofrecernos. Si mantenemos el interés de forma creativa y el deseo de descubrirnos a nosotros mismos y a nuestra pareja, enriqueceremos nuestro viaje hacia una mayor comunicación, conexión y dicha.
Traductora : Patricia Jiménez