La palabra compasión evoca una suavidad y calidez en nosotros cuando la escuchamos. Cuando pensamos sobre la palabra compasión, es posible que pensemos sobre ayudar a alguien que lo necesita, consolar a un ser querido, o tener un sentimiento de tristeza y dolor al ser testigo de la desgracia de otra persona. La compasión es un sentimiento increíblemente poderoso que puede motivarnos a tomar acción, conectarnos con los otros y ver nuestro propio reflejo en los demás.
A pesar de sus impactos potentes, con frecuencia nos dejamos llevar por sentimientos de estrés, enojo, preocupación y ansiedad. Estas emociones hacen que nos enfoquemos solamente en nuestras vidas y ser menos propensos a acercarnos a los demás.
Y aún así, todo lo que nos trae alegría, conexión, amor y un sentido de pertenecer en nuestras vidas empieza con el amor, y uno de los ingredientes claves para el amor es no solamente la compasión para los demás, sino que también compasión hacia nosotros mismos. Frecuentemente se dice que no podemos darle a alguien lo que no tenemos. Por tanto, no podemos completamente amar o tener compasión hacia los demás sin primero llenar nuestra propia taza con compasión y amor propio. Cuando tratas de visualizar la compasión, tal vez pienses sobre alguien extendiendo su mano para tomar la tuya y el consuelo y la seguridad que eso puede traerte. Así como podemos sentir el impacto tranquilizante de alguien tratándonos con compasión, también debemos aprender a tratarnos a nosotros mismos con compasión. Lo digo de nuevo, solamente a través de la compasión propia es que podemos aprender a amarnos y por tanto amar a los demás. Antes de hablar más sobre esto, tengamos una mejor idea de lo que significa la compasión propia.
La autocompasión es como bondadosamente extendernos la mano cuando lo necesitamos. Es ser amable y paciente contigo mismo independientemente de lo que estés experimentando. La autocompasión significa que nos aceptamos cariñosamente así como somos ahora, independientemente del pasado o el futuro. Es la forma de amor más sincera y auténtica que siempre nos ayuda a ser la mejor versión de nosotros, no sólo para nuestra propia satisfacción sino también para el beneficio de los demás. Si fuéramos a pasar por desafíos y caos emocional, la autocompasión nos permite lidiar con cualquier problema de una manera asertiva, pero calmada y pacífica. La autocompasión funciona como una brújula que nos guía cuando fijamos límites saludables para que independientemente de lo que estemos experimentando tengamos certeza de lo que se necesita y lo que no se necesita de nosotros.
La autocompasión es una práctica que permite a las personas formar relaciones saludables y sólidas con ellas mismas. Cuando nos tratamos con la misma consideración que le mostraríamos a alguien que está pasando por momentos difíciles, podemos formar una amistad duradera con nosotros mismos.
Algo que considerar en cuanto a nosotros es que nuestro “ser” está frecuentemente atrapado entre la felicidad, la alegría, la serenidad y situaciones estresantes y perturbadoras. Afortunadamente, entre más practiquemos la autocompasión, podremos lidiar mejor con las emociones y las situaciones negativas que experimentamos. Cuando nos enfrentamos a una situación desafiante, en vez de sentir emociones destructivas tales como la vergüenza, la autocrítica y la culpa—- es decir, las emociones que no nos ayudan a resolver ningún problema—-seremos más propensos a aceptar nuestros errores o los errores de los demás de una forma más productiva. Además, cuando sentimos decepción, tristeza o enojo como producto de una reacción a las acciones de los demás, la autocompasión no nos permite actuar fuera de nuestra integridad y más bien nos ayuda a honrarnos a nosotros mismos y a los demás. Pero eso no es todo; la autocompasión tiene un impacto increíble en el sistema nervioso simpático, el cual afecta nuestra salud en general.
Cuando tu mente percibe una amenaza física, lo diferirá al simpático o al sistema nervioso parasimpático. Cuando esto pasa, la mente percibe un problema emocional o espiritual como una amenaza física también, y al no ser capaz de lidiar con estos problemas, se esconde dentro de si misma. Como consecuencia, tenemos la tendencia de aislarnos y dudarnos, pensando solamente en nuestras propias necesidades y nuestro propio bienestar. Es como cuando Dostoyevsky dijo: “Lloriquear no es nada más que profundizar una herida que ya está sangrando.” Esto significa que cuando nos criticamos, nos culpabilizamos o sentimos vergüenza, de hecho, nos estamos hiriendo a nosotros mismos. Y cuando estamos heridos, es mucho más difícil amar y tener compasión y comprensión para los demás. Y como el refrán popular dice, ‘Las personas heridas hieren a las personas.’ Al mostrarnos compasión, podemos librarnos de esta tortura a la que nos sometemos y fomentar apertura y voluntad para ser más compasivos y amorosos con los demás.
Entre más un individuo practique la autocompasión, alimentando su interior de paz mental, paciencia, amor y bondad, más esos sentimientos se filtrarán en otras partes de su vida. En vez de tomar decisiones o comportarse desde un lugar de vergüenza, autocrítica, miedo o enojo, su vida será guiada por la comprensión, la quietud, la paciencia y la aceptación.
Al practicar la autocompasión, empezamos a aceptarnos, así como somos en el momento. Al cambiar día a día, continuamos aprendiendo más sobre nosotros y aceptamos nuestras características, nuestros valores, nuestros hábitos y nuestros pensamientos sin criticar o poner presión. Eso significa que cuando estemos enfrentando dolor e incomodidad, nos trataríamos como trataríamos a un ser querido. En vez de usar palabras duras y críticas con nosotros, empezamos a ser más amables y más comprensivos para con nosotros. Eso no significa que no tenemos ninguna responsabilidad; esa es una distinción importante. Sólo porque somos compasivos con nosotros mismos y los demás no significa que no tenemos ninguna responsabilidad ni que cuestionar nuestras decisiones y juicio.
Lo que significa es que continuamos tratándonos con compasión, en vez de que la mente y el cuerpo entren en el modo de huir o luchar, atrapados por el miedo y fuertes emociones negativas, podremos evaluar y resolver la situación con un sentido de tranquilidad y claridad.
La compasión que nos mostramos eventualmente se propagará hacia nuestros ambientes. La forma en que interactuamos con el mundo evolucionará al practicar y aprender compasión, lo que eventualmente nos ayudará a mostrar más compasión y amor a los demás también.
De acuerdo a los estudios llevados a cabo por la Dr. Kristin Neff, la autocompasión está constituida por tres componentes: ser amable contigo, saber que a veces todo el mundo se siente de la misma forma que nosotros y la conciencia intencional.
Ser amable contigo es lo opuesto de juzgarte. Cuando las cosas no pasan de la forma que queremos, la respuesta más común es culparnos y juzgarnos. La autocompasión revierte esta tendencia; y nos ayuda a aceptar la situación con comprensión y tolerancia, aún cuando no salió como lo esperábamos.
Saber que todo el mundo ha compartido los mismos dolores que estamos experimentando nos hace sentirnos menos solos y aislados. Cuando sufrimos, tendemos a pensar: “¿Porqué yo?” Cuando hacemos esta pregunta, “¿Porqué
yo?”, en nuestras mentes creamos la impresión de que todo el mundo, excepto nosotros, tiene una vida sin problemas, lejos del sufrimiento, mientras estamos aquí atrapados en un túnel oscuro. Al mostrarnos autocompasión, internamente nos recordamos que no estamos solos, que muchas personas han pasado por las mismas emociones y las mismas situaciones, que hay tantas personas que pueden y han sentido este mismo dolor.
La conciencia intencional es tomar conciencia de lo que está pasando ahora mismo, poniendo absoluta atención sin juzgar nada y aceptarlo con el corazón abierto. La conciencia intencional es mandatoria en el camino hacia la autocompasión porque necesitamos sentir el dolor que tenemos. Extenderle la mano a nuestro dolor después de haberlo experimentado es conciencia auto compasiva.
El hecho de que hayamos encontrado la compasión y la programáramos en nuestra inteligencia emocional nos permite crear un nuevo ser moldeado por la autocompasión. El deseo universal de todos los seres, “ser feliz, estar lejos del sufrimiento, seguro y en paz” abre más espacio para la autocompasión. Transformar la compasión innata en cada ser a autocompasión y desarrollarla, es como desarrollar un músculo: todo lo que se requiere es un poco de trabajo.