“Así se escatima la vara y se malcría al hijo” es un proverbio antiguo. Básicamente es como suena: si quieres que un niño se porte bien tienes que castigarlo cuando se porte mal. ¿Pero en realidad es así? ¿Puede el castigo realmente corregir las acciones o la actitud de un niño? Últimamente la mayoría de expertos dicen que no. Pero si el castigo no funciona, ¿entonces qué? ¿Qué podemos hacer para enseñarles a nuestros niños la diferencia entre lo bueno y lo malo?
En años recientes los psicólogos infantiles han tratado de comunicar un mensaje importante: el castigo no funciona. Es posible que haya padres entre ustedes que estén en desacuerdo. Tal vez digan algo como, “Pero darles a mis hijos tiempo fuera después de haber dibujado en la pared los detuvo.”
Pues bien, el castigo que le impones a tu hijo podría forzarlo a parar lo que sea que esté haciendo en ese momento. Pero hay una gran posibilidad que tu hijo repita el comportamiento que lo metió en problemas una vez que ese momento haya pasado. Esto es debido a que el castigo sólo tiene como blanco el acto o el comportamiento que quieres que se detenga pero no aborda la causa subyacente de esa acción. En otras palabras, podría momentáneamente cambiar el comportamiento de un niño aunque no cambiará su actitud. No le hará entender por qué lo que hizo fue indebido, y sin ese nivel de comprensión, tu niño no se sentirá inclinado a permanentemente cambiar su comportamiento.
Para dar un ejemplo, si castigas a tu niño por dibujar en las paredes, no se dirá a sí mismo, “No debí haber dibujado en las paredes porque es muy difícil para mamá y papá limpiarlo después y ya están muy cansados.” Más bien probablemente dirá, “Estoy siendo castigado por dibujar, pero verdaderamente quiero terminar mi dibujo así que continuaré cuando no estén mirando,” lo que probablemente será en un par de días.
Si realmente queremos que el comportamiento de un niño cambie, necesitamos hacer algo que aborde la raíz del problema, o sea, la causa detrás de sus acciones. Sabemos que no podemos hacer eso con el castigo, entonces, ¿qué hacemos? Estudios recientes muestran que la meditación para los niños con frecuencia funciona mucho mejor que el castigo porque la meditación se trata de conciencia plena y comprensión; poner a un niño a meditar sobre lo que sea que hizo indebidamente le ayudará a comprender por qué actúa de la forma que lo hace.
Digamos que, por ejemplo, tienes dos niños y los dos están peleando. Uno golpea al otro mientras pelean. Tienes dos opciones: puedes castigar al niño que golpeó a su hermano o hermana, o puedes meditar con él o ella sobre la pelea y sus acciones. Si eliges la primera opción, no aplacarás su enojo. Más bien al contrario, el niño podría enojarse más y sentir resentimiento hacia su hermano o hermana. Sin embargo, si meditas con el niño o haces que medite sobre el problema, le permitirás descubrir y comprender sus propios sentimientos. De esta manera podrá comprender por qué se enojó tanto de repente y actuó de la forma que lo hizo. También podrá sentir empatía hacia su hermano o hermana y ver cómo le ha causado daño. Una vez que tu niño haya comprendido estas dos cosas, es muy probable que no repita el mismo comportamiento.
Con tiempo y práctica, una vez que tu niño comprenda la razón detrás de su enojo, podrá ver maneras en que puede lidiar o expresar lo que siente sin recurrir a la violencia física, y una vez que comprenda el daño que ha causado, se sentirá menos inclinado a repetir sus acciones.
Tal vez estés pensando, “Todo esto suena bien pero ¿puedes probarlo?” De hecho, si, si podemos. Una cantidad razonable de escuelas por todo el mundo han empezado a proveer periodos de meditaciones cortas a los niños que se portan mal en vez de enviarlos a detención. Ya que la detención es una forma de castigo y los mismos niños tienden a repetidamente terminar en detención, las escuelas por mucho tiempo han estado buscando una manera de romper este patrón. Los periodos de meditación hasta ahora han demostrado ser lo que estaban buscando. La mayoría de los programas de meditación que estas escuelas ofrecen son medidas preventivas, o sea, tienen como objetivo eliminar la raíz del comportamiento problemático antes que ocurra, no después. No obstante, el hecho que estos métodos ahora estén siendo empleados por las instituciones educativas y que funcionan demuestra cuán eficaz puede ser la meditación para modificar el comportamiento y la actitud de un niño.
La conciencia plena y la meditación son formas para aprender a poner atención a nuestros pensamientos y sentimientos sin juzgarnos.
Tomemos la escuela Patterson High School como ejemplo. Patterson High fue una de las escuelas que reemplazó la detención y favoreció los períodos cortos de meditación. Antes que el cambio fue hecho, aproximadamente 49 estudiantes fueron suspendidos a causa de peleas físicas en las instalaciones de la escuela. Después del cambio, este número disminuyó a 23. Asimismo, el número de altercados verbales en las aulas de clase bajó de 36 a 17. Hasta la asistencia escolar y el índice académico promedio mejoraron. Mientras la tasa de asistencia escolar aumentó a casi 3%, el índice académico promedio de los estudiantes en noveno grado subió de 1.06 a 1.51. Los periodos de meditación no habrían sido recetados a un estudiante después de haber obtenido una mala nota, pero porque al niño en cuestión se le dio la oportunidad de meditar regularmente, también se le dio la oportunidad de comprender más las causas de su estrés y las razones detrás de sus acciones -tales como no poner atención en clase- y de esta forma pudo hacer modificaciones y aumentar su índice promedio académico.
¿Por qué la meditación parece funcionar mejor que el castigo; la vara que los padres han utilizado por generaciones? Ya hemos dicho que la meditación ayuda a los niños a comprender más la raíz bajo sus acciones, pero desarrollemos el tema un poco más.
Un estudio que fue publicado en el Journal of Abnormal Child Psychology en el 2010 encontró que los métodos basados en la conciencia plena, como la meditación, disminuyen las respuestas problemáticas en cuanto al estrés. Cuando un niño actúa de cierta manera, usualmente no lo hace porque quiere herir a alguien. Es porque está pasando por una situación estresante y ya sea que reacciona ante ella o actúa a causa de ella.
Digamos que tú y tu pareja no se están llevando bien y continúan teniendo peleas en la casa. Sin importar cuánto intentes proteger a tu niño para que no sea afectado, escucha las peleas o nota que están tensos cuando están en la presencia del otro. En otras palabras, capta el estrés en la casa y como consecuencia se estresa también. Sin saber qué hacer con este estrés, se porta mal y, por ejemplo, empuja a su hermano menor. Castigar a tu niño en esta situación no ayudará. No revelará el estrés que lo lleva a comportarse de esta manera; entonces, no podrá cambiar su comportamiento. Sin embargo, pedirle que medite sobre su comportamiento y después hablar sobre sus sentimientos le ayudará a reconocer y abordar su estrés de manera saludable.
Meditar regularmente le ayudará a tomar más conciencia de los pensamientos estresantes que provocan acciones similares. Como resultado, con el tiempo experimentará menos pensamientos intrusivos y menores niveles de agitación emocional; es decir, las emociones como el enojo, el miedo y el estrés que lo llevaron a empujar a su hermano no se intensificarán tanto como una vez fue el caso. Y cuando suceda, habrá aprendido la habilidad de dar un paso atrás, observar sus sentimientos y actuar desde una posición de comprensión, y así, modificar su comportamiento.
La conciencia plena y la meditación son formas para aprender a poner atención a nuestros pensamientos y sentimientos sin juzgarnos. Así que enseñarles a nuestros niños a meditar significa darles la habilidad de darse cuenta cuando están enojados, comprender que está bien sentirse de esta manera pero que no está bien actuar con enojo. Gracias a esto, nuestros niños podrán encontrar maneras alternativas de expresar sus emociones en vez de ser arrastrados por ellas.
Traductora: Roth Obando